En poco menos de cinco años, se convirtió en uno de los consultores más buscados por el mundo empresarial para motivar a sus empleados y generar ambientes creativos para la resolución de problemas. Fue uno de los responsables en cambiarle el estado anímico al plantel de River cuando tuvo que enfrentar el descenso.
Cansado de que su mundo científico no lograra llegar a la gente común, pudo combinar sus estudios con un deseo personal: "Ayudar a la gente a ser más creativa, feliz en su trabajo y en su vida". Con este impulso volcó y combinó sus conocimientos de biología y administración de empresas para encontrar caminos innovadores en la resolución de problemas cotidianos, a partir de comprender cómo funciona el cerebro. Su libro ÁgilMente desarrolla diferentes metodologías para liberar las ideas. Su trabajo con el plantel de River fue muy particular: usó sus conocimientos, pero también sus sentimientos de hincha. Uno los sistemas que usó para controlar la presión de los jugadores fue grabar el murmullo del Monumental y pasarlo en los entrenamientos. "La presión de la gente baja el nivel de los jugadores. La idea es convertir algo negativo en positivo y que cuando los jugadores escuchen el murmullo, en lugar de desmoralizarse, se alienten internamente".
En el universo empresarial, Bachrach diseñó metodologías para que los empleados conozcan mejor su potencial. Así fue como reconfiguró las tradicionales reuniones de trabajo en un verdadero espacio para la búsqueda de ideas: "Al cerebro le fascinan los desafíos, por eso el brainstorming debe durar 60 minutos y se debe alcanzar un mínimo de 150 ideas entre sus integrantes", dice.
Según Bachrach, uno de los patrones que tiene el cerebro, por ejemplo, hace que cuando se encuentra la solución a un problema, deja de buscar alternativas.
"Por eso hay que ejercitarlo a través de diversas prácticas para que siga buscando y se llegue a la innovación, a la verdadera creatividad", apunta el biólogo.
Las capacitaciones de Estani son de verdad motivadoras: logró que un grupo de ejecutivos ingresase vestido a un lago de Cardales.
"Por eso hay que ejercitarlo a través de diversas prácticas para que siga buscando y se llegue a la innovación, a la verdadera creatividad", apunta el biólogo.
Las capacitaciones de Estani son de verdad motivadoras: logró que un grupo de ejecutivos ingresase vestido a un lago de Cardales.
Como orador, hechiza a la platea con su lógica hiperactiva sobre el funcionamiento del cerebro, una materia en boga en el ámbito de los Recursos Humanos. Por qué cuesta sentarse a trabajar cuando algo requiere de una concentración especial; cómo combatir el estrés; qué define a una persona inteligente; cuál es el plan más eficiente para manejar la propia energía. A estos temas se dedica Estanislao Bachrach, recientemente contratado por la Unión Europea para ayudar a optimizar resultados en su proceso de transformación hacia un manejo más eficiente de sus recursos.
Hoy es profesor de Liderazgo e Innovación en la Universidad Torcuato Di Tella, autor de AgilMente y un asiduo orador en jornadas relacionadas con liderazgo e innovación como el Human Camp. También es asesor de empresas en el plano de los RR.HH., un campo de acción que conoce muy bien y que resume: "Dos tercios de los empleados la pasan mal y no están involucrados con su trabajo, según varios estudios internacionales. Hay que trabajar mucho sobre esto".
Su propuesta editorial es entender el funcionamiento del cerebro para luego aplicar determinados trucos que permitan pensar (y por ende, vivir y desempeñarse) de un modo más positivo y eficiente. Pero aclara que él es solo un divulgador, ya que en realidad su formación científica es otra. Se recibió de biólogo molecular en la UBA, muy influido por el deseo de sus padres. Luego se doctoró en la Universidad de Montpellier (Francia) y fue profesor e investigador del Harvard Medical School. Cuando tras 19 años de estudio, le dieron su puesto de trabajo en un laboratorio de Boston y le sextuplicaron el sueldo, Bachrach se deprimió y se sintió en caída libre. Terminó asumiendo que su carrera no lo hacía feliz y pateó el tablero.
“Tuve que girar el volante, porque ya había derrapado. Estaba en Boston, con muchísimas presiones académicas profesionales porque ya tenía gente a cargo y muchísimos millones de dólares a disposición para hacer ciencia y empecé a enfermarme. Hasta las seis de la tarde era perfecto. Cuando bajaba el ascensor para ir a mi casa, empezaba el tema”
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